¡Hola lectores y lectoras! En esta entrada analizaré y comentaré cositas que me han gustado o que me ham llamado la atención sobre el texto de la autoevaluacion.
En primer lugar, lamento mi demora para hacer este ejercicio, soy consciente de que ha sido un gran fallo mío el no organizarme correctamente y lamento los inconvenientes que esto haya podido ocasionar para hacer el texto recopilando cosas importantes sobre nuestras reflexiones.
He de decir que el capítulo que he leído me ha sorprendido mucho. Primero por el interés que ha despertado en mí, cosa que no suele pasar con los textos que acostumbran a mandarnos en clase. En segundo lugar por la admiración que me nacía, creo que hay que tener mucho valor y decisión para llevar a cabo esta pedagogía que propone el autor. Sin embargo, y como supongo que les habrá pasado también al resto de mis compañeros y compañeras, surgían en mí dudas con respecto a la autoevaluación y ciertos sentimientos encontrados. Había aspectos en los que estaba de acuerdo, otros no me convencían y, en otros, me sentía identificada porque narraban situaciones o sentimientos que yo he vivido durante mis años de escolarización y en las prácticas.
En uno de los párrafos que me llamaban la atención se hablaba sobre la obsesión con la jerarquía, el orden y la vigilancia, y la tendencia a crear dependencia a la autoridad. Bien, esto pude vivirlo en mis carnes durante las prácticas. Programé para el alumnado de la clase en la que estaba una actividad basada en las provocaciones de Reggio Emilia: preparé en el patio una mesa con variedad de materiales para experimentar. Lo único que tenía que hacer era llevarles por grupitos de 5 a donde estaba la mesa y dejar que actuasen libremente. Al llegar empezaban a mirar el material, me preguntaban que para qué era, que si podían empezar, que qué tenían que hacer… Conforme se daban cuenta de que podían hacer lo que quisiesen (en muchos casos era yo misma la que se lo tenía que indicar) empezaban a probar y experimentar con los materiales, yo estaba allí como una mera espectadora. Y aún con todo, de vez en cuando me preguntaban si me gustaba lo que hacían, si lo estaban haciendo bien… Ahí me di cuenta de esto que dice el autor, que estamos tan acostumbrados a que nos digan qué hacer, cómo y cuándo hacerlo que, en cuanto nos dejan absoluta libertad, nos perdemos y no sabemos muy bien cómo actuar. Es más, muchas veces, aunque nos digan “puedes hacer lo que quieras” vas haciendo preguntas porque no te fías del todo, como si en el momento más inesperado (cómo dice el autor) fuesen a darle la vuelta a todo.
Hablando sobre la pedagogía venenosa y la conciencia autoritaria coincido totalmente con el autor: cuántas veces se ha abusado de la autoridad otorgada – no se sabe muy bien por qué o por quién – para obligar a un niño o a una niña a hacer aquello que el adulto pide (en cualquier aspecto de la vida). Tantas veces que hemos escuchado decir “me has de obedecer porque soy más mayor”. Y he de confesar que es una frase a la que yo también he recurrido alguna vez porque, como se dice en el texto es más fácil, te complicas menos la vida, te ahorras las verdaderas explicaciones. Y, ojo, que con esto no quiero decir que los adultos no deben tener ninguna clase de autoridad hacia los infantes, ni que estos deban hacer caso omiso a lo que los adultos digan. No. Simplemente soy de la opinión de que la autoridad no se impone sino que se gana con el ejemplo y el respeto hacia aquel al que hablas. Sí, es algo difícil porque entre otras cosas tienes que ármate de paciencia y no salir corriendo por la vía fácil de la imposición. Pero como todo en esta vida, se puede trabajar.
Me gustaría tratar un poco más este tema y hablar del sentimiento de culpabilidad y el miedo del que se habla en el capítulo. Recuerdo que un día en las prácticas, en el que los niños y niñas de la clase estaban pintando su carta para los Reyes Magos, vi como uno de los niños se guardaba dos rotuladores en los bolsillos. Recuerdo como antes de hacer nada estuve un rato pensado cómo podría actuar de la manera más apropiada. Me acerqué al niño y sutilmente le hablé sobre esos rotuladores que se había escondido, él se justificó diciendo que no tenía de esos en su casa y que sus padres no le dejaban comprar unos, y acto seguido me preguntó si se los podía llevar. En ese momento pensé “bueno, son solo dos rotuladores, no creo que pase nada si se los lleva a casa” pero yo no era quién para tomar tal decisión, así que le propuse que se lo preguntara a la tutora. Ya no se volvió a hablar más de los rotuladores. Me quedé perpleja. Este niño había tenido la confianza de contarme porqué se quería llevar los rotuladores y de preguntar si se los podía quedar, pero se negó en rotundo a hablar de este tema con su tutora. Fue todo un cóctel de emociones lo que sentí al ver la cara de pánico que puso el pequeño al pensar que se tenía que enfrentar a esa situación y decidir, finalmente, no hacer nada. Y no pienses que la tutora era un ogro o muy dura con su alumnado, ni mucho menos, simplemente era la figura de autoridad del aula, la que ponía las reglas y la que decidía qué estaba o no bien.
El autor habla de la autoevaluación como un proceso y espacio para el desarrollo personal y social. Creo que, efectivamente, la autoevaluación no implica solo al ámbito profesional sino que tiene también en cuenta y afecta a tu evaluación como persona, como individuo dentro de una sociedad. Y eso es algo que he aprendido en asignatura como esta y como la de Organización del espacio en el aula de Educación Infantil, en las que se nos pedía ser críticas con aquello que vemos, escuchamos y vivimos, ser críticas con lo que nos enseñan y con lo que aprendemos, con nosotras mismas.
Sobre el mito de la justicia de las notas, aparte de todo lo que menciona el autor a mí me nacía una pregunta – que extrañamente no menciona él – “¿qué es justo?”. Porque claro, aquí surge ese dilema: tal vez para uno algo es justo y, sin embargo, para el de su lado es totalmente injusto. Depende mucho del punto de vista desde donde se mire. ¿Es justo que el profesor deje que un alumno se ponga un sobresaliente cuando, según su criterio, se merecería menos y que, por otro lado, acepte el mero aprobado de otra alumna cuando él le hubiese puesto un sobresaliente? Es esta una de las razones por las que no me termina de convencer esto de la autoevaluación, en la que el alumnado (los co-aprendices) se pone una nota y el profesor no cambia absolutamente nada. Soy una de esas que menciona el texto que opinan que el profesor es quien se ha preparado y formado para hacer una evaluación (que pienso que no tiene porqué se una nota) y que algo debería intervenir en este proceso. Si sucediese el caso que alguien se pone una nota superior a la merecida, yo creo que habría que intervenir, al igual si se la pusiese inferiormente.
Sin embargo, el texto también habla de lo injusto que puede llegar a ser privar a muchos por el error de unos pocos (hablando sobre todo de los que se ponen una nota uy alta cuando no la merecen). Algo que podemos ver muchas veces en las aulas: que un pequeño grupo de alumnos hagan algo tachado como incorrecto y se castigue o penalice al resto de la clase. En el capítulo se habla también del aprendizaje significativo y de la importancia de valorar el proceso y no solo el significado, algo de lo que se nos ha hablado mucho durante toda la carrera. Básicamente creo que esto se debe hacer por lo mismo que dice el autor: ¿y si has tenido un mal día en el examen?, ¿y si no eres capaz de resumir en un texto que es el que te va a evaluar todo lo que has aprendido?, ¿y si no eres capaz de aprenderte toda la teoría de la que te examinan pero has hecho todo lo que has podido por intentarlo, por aprender y te has interesado mucho más que otro por la asignatura? Y una infinidad de “y si…”. En general todo el capítulo, la pedagogía y la forma en la que se expresa el autor me recuerda mucho a la forma en que Jorge da esta asignatura. Te invita a reflexionar, te invita a ser crítica, no penaliza, no impone, no impide y, aún con eso, sus clases siempre están llenas…
Por último, me gustaría hablar de las propuestas de evaluación que se pueden aplicar a esta asignatura. Por un lado, creo que es muy importante tener en cuenta la primera parte del cuatrimestre (cuando íbamos a clase): la asistencia, la participación en clase, las actividades expuestas... También ver si durante ese momento del curso el blog se ha mantenido vivo: si se subían las actividades propuestas, los videos de las actividades, las investigaciones...
Por otro lado, no hay que olvidar esta segunda parte del curso, este timepo de confinamiento. ¿Se han ido haciendo las actividades?, ¿se ha mostrado interés por la asignatura?...
Y por último, y haciendo honor al capítulo que hemos leído, el texto de autoevaluación de cada uno y cada una.
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